Durante muchos años
hemos venido preguntándonos porqué el Perú después de casi dos siglos de
existencia como república soberana no ha logrado aún niveles de desarrollo y
bienestar de la población como sí lo han hecho otros países. A mi parecer, mucho
influyó, entre otros factores muy importantes, la mentalidad y la manera cómo
entendieron a la ciencia económica los encargados de la política económica a la
hora de diseñarla y aplicarla.
Como evidencia empírica tenemos la década de los
años setenta y ochenta, pues, la sociedad fue muy afectada por los desequilibrios
macroeconómicos y la galopante inflación. El liderazgo de los círculos
intelectuales se orientó hacia políticas contrarias a la libertad económica que
se caracterizaron por la intervención del gobierno en la economía y por no
crear las condiciones para que ésta crezca sostenidamente. Si bien es cierto que
esta situación ha cambiado en los últimos años, sin embargo hoy en día todavía
algunos mercados siguen siendo intervenidos, me refiero al de dinero y al cambiario
donde el ente emisor influye en la tasa de interés interbancaria y en el tipo
de cambio, respectivamente. En tal sentido se hace necesario tener otra visión
de la economía ad portas a los doscientos años de república considerando que
los paradigmas utilizados en las últimas décadas no han dado el resultado
esperado para acercarnos lo más posible al desarrollo nacional.
En este ensayo planteo
un razonamiento económico diferente al que prevalece actualmente de tal manera
de incentivar a todos aquellos interesados en el desarrollo nacional y que no están convencidos con el pensamiento económico
que sustenta la actual política económica. Exploro cuatro temas: primero, la mentalidad que
tuvieron nuestros gobernantes sobre todo en el aspecto económico; segundo, cómo la política económica fue inspirada en teorías que fomentaron la
intervención del gobierno en la economía y caracterizadas por exagerar en las
estimaciones macroeconómicas; tercero, la estrategia para luchar contra la
pobreza fue ineficaz, y cuarto, un análisis al plan bicentenario en cuanto a
sus objetivos económicos se refiere publicado en el año 2011 por el Estado
peruano. Finalmente ensayo un punto de vista sobre una nueva visión de la
política económica que nos conduzca al desarrollo de la nación.
1.- En los últimos tiempos e inclusive hoy en
día la política económica ha sido
influenciada por un tipo de persona al que denomino: el político
altruista. Éste se caracteriza por querer demostrar a la comunidad que posee un
alto grado de “sensibilidad social” prometiendo dar empleos y ayudar a los más
necesitados. Debo reconocer que esta expresión encierra una contradicción dado
que normalmente los políticos buscan el poder lo que no sucede con los que
realmente practican el altruismo. Doy a continuación una definición personal de
aquel tipo de político considerando en realidad que de altruista no tiene nada
pero que finge serlo ante la comunidad: es una persona que piensa, toma
decisiones y actúa con el afán de llegar y mantenerse en el poder convenciendo
a una considerable parte de la comunidad que tiene mucha sensibilidad social, y que su mayor
preocupación es solucionar el problema económico de una gran mayoría a costa de
sacrificar a una minoría todo en aras de la justicia social.
Ahora
bien, para que se dé el altruismo es indispensable que exista un sacrificio en
beneficio de algún individuo o grupo sin nada a cambio. Esta forma de vida siempre
será bienvenida por todos nosotros porque es un ejemplo para la humanidad. Los
grandes líderes espirituales dejaron una huella digna de ser seguida por todos
nosotros. Sin embargo, este tipo de político hace todo lo contrario, pues, se
beneficia del poder. Embauca a una buena parte de la población con su doble
discurso, tratando de convencer a los ingenuos que actúa con la única finalidad
de “ayudar al pueblo”. Pero no contento con mostrar esta especie de misticismo
utiliza una estrategia nada loable: una crítica despiadada al liberalismo
económico y sobre todo al capitalismo tildándolo de salvaje, que no tiene rostro
humano, que incentiva la explotación del poderoso hacia el débil y excluye a
parte de la población del crecimiento económico, creando desempleo, subempleo,
pobreza, resentimientos, conflictos sociales y que por tanto debe ser
controlado al milímetro. Este es el meollo del intervencionismo.
Pero
lo que no sabe o no quiere aprender este tipo de político es que el capitalismo
como sistema social es el único que no exige sacrificios ni mártires, que ha
permitido libertad individual y ha creado las condiciones para que justamente
los más pobres y sus hijos mejoren su calidad de vida independientemente que
muchos se enriquezcan dada su actividad empresarial. El capitalismo, según Aynd
(1961), va de la mano con la libertad política, libertad económica y con la democracia, y es el único
sistema social en toda la historia de la humanidad con una ética y una moral
bien definida basada en la libertad individual y respeto de la propiedad
privada.
Lo
preocupante es que el «altruismo político» siga siendo un paradigma que se
acentúe tanto en el presente como en el futuro y no favorezca el desarrollo de
las instituciones económicas y políticas afectando una genuina distribución del
ingreso. La política económica perdería su contenido científico y se volvería
empírica o ideologizada y por tanto no tendría como fundamento una teoría
económica con sólidos argumentos que se base en la libertad de los individuos
para construir su propio destino, sin tener en consideración que en muchos
casos este tipo de político se enriquece de manera ilegal y justamente impide
el desarrollo de los mercados evitando que las personas puedan desarrollar sus
habilidades empresariales. Aquí me refiero a lo que plantea Acemoglu y Robinson
(2012) en el sentido que los países fracasan cuando la política económica ocasiona
que solamente ciertos grupos relacionados al poder económico y político, se
beneficien de la producción y del ingreso a través del mal funcionamiento de
las instituciones las mismas que son denominadas “extractivas” por los autores
mencionados.
En la década de los
años setenta muchas empresas privadas fueron estatizadas. Uno de los pretextos
fue que éstas eran estratégicas y muy importantes para que estén en manos
privadas señalándose que los empresarios solamente buscaban ganancias y les
interesaba poco o casi nada el desarrollo nacional. Se pensaba que las
industrias estatizadas serían más productivas colaborando directamente en el
bienestar de la población. Bajo el cargo de burócratas fieles al pensamiento anti
mercado éstas generarían más empleo y mejores salarios. Y si fuesen privadas se
produciría riqueza pero los trabajadores se harían más pobres.
Ésta fue una visión
contraria a la que realmente el Perú necesitaba debido a que la constante
intervención del gobierno en la economía no solamente desorganizó el sistema de
precios relativos sino que lo hizo colapsar de tal manera que la moneda
nacional se vea sustituida por una extranjera siendo esto el producto final de
toda una desventura irresponsable. El meollo de este asunto fue que la política
económica, como consecuencia de una visión errada en el uso y aplicación de la
ciencia económica y del perfil populista de los gobernantes explicado
anteriormente, tuvo como objetivo satisfacer las necesidades de una parte de la
población desmedrando a la otra. Si bien es cierto que en aquella época existía
una pobreza considerable, la forma de tratar de resolverla no fue la adecuada.
Los fines pueden haber sido plausibles pero la estrategia fue ineficaz tanto en
términos prácticos como en su concepción teórica dado que no incluía los
principios elementales del funcionamiento de los mercados. Al final los más
pobres fueron los más afectados.
Las empresas
estatizadas fueron usadas con poco criterio económico y esto ocasionó que se
vuelvan ineficientes e incurran en pérdidas económicas. La política fiscal se
orientó a financiar a éstas y el gobierno tuvo resultados económicos negativos.
La consecuencia fue la crisis de la deuda debido al sobre endeudamiento y después
la hiperinflación por la gran emisión de dinero. Todo esto causó la desorganización
de la economía que por cierto tuvo como corolario la idea de que los
gobernantes y burócratas estatales poseían la información completa sobre el
funcionamiento de los mercados y de las preferencias de millones personas y que
por tanto podían estimular y expandir el consumo y la inversión, llámese la
demanda agregada, con la finalidad de
crear empleo y mejorar el bienestar de la población. Se pensaba que dicho tipo de política
económica podía ser eficaz porque el sistema económico se veía como si fuese
una máquina o un motor donde una persona puede manipularlo y lograr objetivos
inmediatos de acuerdo al uso. Y esto es consecuencia de considerar a la ciencia
económica como si fuese la física. Los hacedores de política económica cayeron
en lo que Hayek denominó la pretensión del conocimiento, concepto explicado en
su discurso al recibir el premio nóbel de economía en Estocolmo en el año 1974.
Si bien es cierto que
a partir de los años noventa la política económica varió notablemente, continuó
siendo interventora y distó mucho de ser liberal. La pregunta es: ¿por qué no
se dio el gran cambio? Simplemente porque cuando un gobernante fomenta una
buena institucionalidad política y económica y se vuelve más democrático, de
manera implícita se aleja del autoritarismo. Por tanto liberalismo político y
económico no son compatibles con gobierno autoritarios. Luego podemos deducir
que si nuestro sistema social no goza de instituciones políticas democráticas, de
una pluralidad en el poder político, de instituciones económicas eficientes, de
una política económica que esté orientada al bienestar de las familias a través
de una inflación casi nula e impuestos bajos, de una sociedad ordenada y amante
del cumplimiento de la ley incluyendo a las autoridades, no se debe a que
seamos incapaces y que exista escasez de personas preparadas para gobernar bien
ni que tengamos un problema cultural[1]
tan enraizado que a la mayoría de la población le agrade vivir de manera
desordenada, sino, la causa de fondo se debió a que las autoridades en todo
nivel no tuvieron el deseo, la voluntad ni la determinación de destruir el
orden antiguo ineficiente, ineficaz, informal y desordenado para armar uno
nuevo tal como sucedió en los países desarrollados.
Se debe reconocer que
se corrigió el problema de la inflación y de los grandes déficits fiscales
y que también se ha tomado conciencia de
que los equilibrios macroeconómicos son requisitos indispensables para el
crecimiento económico pero en el aspecto institucional no se ha cambiado mucho
respecto a las anteriores décadas. Se sigue pensando que es necesario que el
gobierno intervenga directamente para mejorar el bienestar de la población y
que el orden de la sociedad, la informalidad, justicia, infraestructura y la inseguridad
son problemas que pueden esperar no
sabemos hasta cuándo.
2.- Mucho influyó en
la visión antes explicada las ideas socialistas y la práctica keynesiana. La cátedra normalmente desarrolló teorías
que buscaban explicar la realidad de una manera cuasi exacta al mejor estilo de
las ciencias naturales implementando modelos matemáticos y estadísticos que
permitirían, bajo su óptica, medir la actividad económica y sobre todo
intervenir de tal manera de lograr los objetivos que el mismo gobierno se
planteaba. Se creía que mientras tuviésemos muchos datos que se puedan utilizar
para obtener resultados en base a una lógica o modelo matemático y estadístico,
somos más científicos. Y en sentido opuesto, si argumentamos sin evidencia empírica, no
hacemos ciencia. Al final, como diría Hayek (1974), “prefiero un conocimiento
verdadero, aunque imperfecto, aun en el caso de que no pueda determinar ni
predecir gran parte de su objeto, a una pretensión de conocimiento exacto que
probablemente será falso”. Bajo esta concepción, los hacedores de política y la
visión económica en general, que incluye a los gobernantes, pensaban que la
relación causa efecto entre una política económica interventora en los mercados
y objetivos económicos de perfil populista era muy estrecha.
Y justamente, de
acuerdo a lo anterior, las autoridades se concentraron más en las mediciones estadísticas
que en los principios económicos. El mejor ejemplo es el producto bruto interno
que es utilizado para la evaluación y diseño de la política económica. Y esta manera
de ver a la economía no sólo ha quedado en el mundo de los analistas y
académicos, pues, nos ha afectado a todos. Por ejemplo, cuando leemos en los
diarios las noticias relacionadas a la actividad económica, si creceremos más o
menos que el año pasado, nos preguntamos si se logrará la meta planteada por el
gobierno y si las predicciones de las instituciones especializadas se están
cumpliendo. Por momentos reina el optimismo y luego caemos en el pesimismo cada
vez que el producto bruto interno crece menos de lo que esperábamos. Algunos dieron
opiniones pesimistas, diciendo que en los próximos años este indicador crecerá
apenas cuatro por ciento, pero, ¿qué significa este número que puede cambiar
realmente nuestro ánimo y el de toda una población? ¿Puede la ciencia económica
darnos la información sobre cómo le irá
a la economía en los próximos años con la exactitud de puntos decimales? ¿Acaso
no será que todo esto no es más que una arrogancia académica dizque científica?
Veamos un par de comentarios respecto a este indicador estrella.
La revista Velaverde de
la ciudad de Lima tiene una columna anónima llamada “El Inquisidor” en donde el
día lunes 18 de noviembre del 2013 publicó un artículo denominado “El Manan
Kanchu del producto bruto interno” realizando una crítica que vale la pena
resaltar. El anónimo sostiene que no debemos confiar mucho de este indicador
debido a la gran informalidad que existe en nuestra sociedad sobre todo en los
diferentes mercados de trabajo no calificado y en muchas empresas. Tal es el conocido
y documentado caso de la minería ilegal en el departamento de Madre de Dios,
que dicho sea de paso tiene en promedio uno de los mejores sueldos a nivel
nacional[2].
También señala la dificultad de medir el impacto que tiene en la producción el
avance tecnológico de los equipos de comunicación y de qué manera las
transacciones del narcotráfico y de los juegos ilegales generan empleo e
ingresos. Es obvio que si producimos más estaremos mejor pero el artículo
considera que solamente concentrarse en el PBI es una manera muy simple de
analizar los problemas socioeconómicos de fondo que adolece la economía
peruana. En otras palabras, no podemos depender tanto de una sola variable que
tiene mucho de estimación estadística.
Hugo Santa María,
socio de Apoyo Consultoría, publicó un
interesante artículo el día lunes 2 de diciembre del 2013 en el diario Gestión,
donde explicó cómo nos afectaría crecer 5% en vez de hacerlo en 6% en los
próximos cinco años. Afirmó lo siguiente: se perderían 140,000 empleos
formales, las familias tendrían menos ingresos por un valor de S/.160.00
disponibles para gastar cada año, se dejaría de invertir $27 mil millones, no
se venderían 3.5 millones de toneladas de cemento y 28 mil autos nuevos, 160
mil familias de zonas urbanas dejarían de ingresar a la clase media, el
gobierno no recaudaría S/.24 mil millones y finalmente 320 mil personas
seguirían siendo pobres. Obviamente que estas cifras son preocupantes porque de
ser cierto, cuánto habríamos perdido en las décadas de los años ochenta y
noventa. Mejor ni imaginarnos. Pero definitivamente que estas estimaciones
confían demasiado en un indicador estadístico. Aquí se está asumiendo que la
estructura de la producción y sus respectivas ganancias económicas se mantienen
iguales en el tiempo. Y también, que el producto bruto interno afecta a todos los
mercados por igual. Los hacedores de
política económica y analistas están muy identificados con la idea de que en
base a un indicador de la actividad económica, se pueden elaborar predicciones
y definir si la economía está yendo por buen camino. Un resultado de esta
visión es que invita a la intervención del gobierno a través de la política
fiscal y monetaria con la finalidad de estimular el consumo y la inversión cada
vez que se crea conveniente.
Haciendo referencia a
los textos de macroeconomía, éstos nos explican que el producto bruto interno es
sólo una parte de la gran producción que se ha llevado a cabo en todos los
mercados en un periodo determinado, debido a que éste nos dice cuál es el valor monetario de la
producción de bienes y servicios “finales” dentro de nuestro territorio en un
periodo determinado, refiriéndose aquellos bienes que no sufrirán transformación alguna en el proceso
productivo y que irán consumiéndose en el tiempo, algunos en un periodo muy
breve (alimentos, ropa, etc) y otros en años (máquinas, equipos, etc.). El
sustento de usar este tipo de indicador es para evitar la doble contabilidad.
Sin embargo se sacrifica información valiosa relacionada a todas las
inversiones que se han efectuado en las distintas etapas de la producción
total, desde los bienes de orden superior (insumos alejados del consumo) hasta
bienes de primer orden (bienes que ya no son transformados y que llegan a manos
del consumidor) siguiendo la terminología de quien fuera el iniciador de la
escuela económica austriaca, Carl Menger.
A continuación veamos
algunos conceptos de la metodología que utiliza el Instituto de Estadística e
Informática del Perú, INEI, para la estimación del producto bruto interno
anual, publicados en su página web.
a) “En el campo del análisis macroeconómico y
de la comprensión de la realidad económica, se concibe al producto bruto interno
(PBI) como el indicador más completo e importante de la economía por su
capacidad de sintetizar, representar y explicar el comportamiento de la
economía.”
b) “Esta forma de
expresión del PBI para la economía, muestra el Valor Bruto de Producción libre
de duplicaciones ya que el valor agregado de cada unidad productiva excluye el
valor de los insumos intermedios utilizados en el proceso de producción.” INEI
El mensaje es claro,
pues, el gasto empresarial que realizan todas las empresas para la adquisición
de sus insumos para la producción, capital de trabajo, pago por el uso de
bienes de capital, sueldos adelantados, que es justamente inversión para
producir bienes intermedios o de orden superior, deja de ser importante para
dar paso a los bienes finales, que se considera, como señala el párrafo (a), una medida
completa de la actividad económica.
En adición se
sostiene que el producto bruto interno es la suma de todos los valores
agregados que se van formando en los procesos productivos. Éste es la diferencia entre el valor del bien
final y el valor de los insumos adquiridos para la producción e incluye el pago
de salarios, sueldos y la rentabilidad económica del empresario. De ahí que es
una renta neta porque excluye el gasto empresarial en las diferentes etapas de
producción el mismo que es considerado por el Instituto Nacional de Estadística
e Informática como consumo interno. Esta institución estima el valor total de
la producción, y luego le resta el consumo interno obteniendo el valor agregado
total, que sumado los impuestos y los derechos de importación, arroja el producto
bruto interno.
Veamos que nos dice
Huerta de Soto (2011) al respecto:
…
el producto nacional bruto[3]
incorpora el valor de las ventas de capital fijo o duradero, como los
inmuebles, los vehículos industriales, la maquinaria, las herramientas, los
ordenadores, etc., que se terminan y se venden a sus usuarios finales durante
el ejercicio, siendo considerados, por tanto, como bienes finales. Pero no
incluye, en forma alguna, el valor de los bienes de capital circulante, los
productos intermedios no duraderos, ni los bienes de capital aún no
terminados…….en suma…..el producto nacional bruto es una cifra agregada de
valores añadidos que excluye la parte más importante de los bienes intermedios.
(p.247).
Asimismo el autor
antes mencionado plantea que el producto bruto interno debería cambiar de
nombre y llamarse el producto neto interno dado que excluye el gasto en bienes
intermedios reflejando la sumatoria de los valores agregados en toda la
producción. Al reflejar también este indicador un gran ingreso en la economía
entonces podría denominarse el ingreso neto.
Sin lugar a dudas el
indicador más completo de la actividad económica es el valor bruto de la producción y es de
mayor magnitud que el producto bruto interno y explica toda la actividad económica incluyendo el
gasto empresarial orientado a la inversión. Por ejemplo, si las estadísticas
nos dicen que el consumo es aproximadamente el 60% del PBI y la inversión el
25%, entonces, podemos decir que el primero es más representativo que el
segundo en la actividad económica y que
por tanto tiene mayor relevancia[4].
Sin embargo, teniendo en cuenta todas las etapas de la producción que
consideran el gasto que hacen las empresas para adquirir el material necesario
para la producción, entonces la
inversión total o dicho en otras palabras, el gasto empresarial total, supera
con creces al consumo y al mismo producto bruto interno.
Podemos plantear que
si bien es cierto que el PBI es un indicador de la actividad económica, hay que
reconocer que es bastante incompleto pudiéndonos dar una visión distorsionada y
alejada de la realidad. Y lo más preocupante es que la política económica
considera a esta variable como la más representativa de la producción. Sin
embargo, más allá de que sea un indicador eficiente y estimado con mucho
esfuerzo, profesionalismo y dedicación, desde una perspectiva de política
económica puede inducir a error porque los encargados de la política económica al
concentrarse en la diferencia entre el PBI efectivo y el potencial deciden si
aplican o no una política económica contracíclica[5].
Y justamente esta manera de ver las cosas hace que el análisis no se enfoque en lo que hoy se
reconoce cómo uno de los problemas que más nos afecta: la producción informal.
Al tener los ojos
puestos en la última etapa de la producción agregada y por tanto solamente en
los bienes finales, sin darnos cuenta, están dejando de lado a las etapas
intermedias de la producción teniendo en consideración que son éstas las que influirán
en el futuro si la sociedad podrá consumir más y si el gobierno tendrá una
mayor cantidad de recursos. Y es por esta comprensión estática y cortoplacista
de los procesos económicos que muchas personas e instituciones académicas le
siguen dando importancia a si el producto bruto interno crece o no un punto
porcentual, por decir una cifra.
3.- El tener una
visión mecánica de la ciencia económica dio lugar para que se piense que a
través de una política económica interventora se pueda lograr fácilmente los objetivos relacionados a la reducción de la
pobreza, que pudiendo ser plausibles desde una perspectiva humanista, desde un
enfoque económico son utópicos. Esto derivó a una manera diferente de plantear
el problema de la pobreza, pues ahora se utiliza el término “crecimiento con
inclusión social”[6]. Justamente
esta expresión está de moda en los
círculos políticos e intelectuales de izquierda. Se ve muy mal, o mejor dicho,
se escucha mal al oído de una persona «con sensibilidad social» decir
crecimiento económico con generación de riqueza o simplemente defender al
capitalismo como sistema social. Eso huele a neo liberal, a ideas totalmente
desconectadas del problema social,
alejadas de los más pobres. No utilizar esta “expresión” lo puede volver
a uno un ser malvado y un canalla capitalista, insensible al dolor ajeno que
debe ser “excluido” del análisis económico y político.
El 21 de agosto del
2013 el director del diario El Comercio, Francisco Miró Quesada Rada, publicó
en su columna de editor un interesante artículo sobre la inclusión social. Cito
uno de los párrafos:
Para lograr la inclusión social se
deben aplicar políticas que, en primer lugar, generen el acceso a la riqueza
para todos los peruanos y esto se logra con inversión privada y pública. El
trabajo, la posibilidad de acceder al trabajo con un salario digno, es el
primer paso para la inclusión social, porque significa un gran progreso para la
reducción de la pobreza. No puede haber inclusión social sin una pronta
distribución de la riqueza, para que los peruanos seamos protagonistas en el
acceso al proceso productivo de la nación. Mientras continúe la pobreza, que es
cierto se ha reducido, no podrá haber inclusión social.
Como se puede apreciar, Miró Quesada utilizó el
término acceso a la riqueza sin más preámbulo. En adición, el mismo día el
diario mencionado publicó algunos resultados de la mesa redonda sobre la
inclusión social y la desnutrición infantil, liderada por el director antes citado,
donde se señaló que en orden de prioridad, se encuentra la desnutrición
infantil y la pobreza. No cabe duda que es muy bueno que las autoridades y
diferentes medios de comunicación se preocupen por esta situación de pobreza,
extrema pobreza, exclusión social, desnutrición infantil y cómo lograr la
inclusión social. Sin embargo el tema de fondo, a mi modo de ver es que, primero, se debe definir la
estrategia para lograr los objetivos, es decir, si el proyecto es «adaptable» o
si cumpliría los objetivos, segundo, definir los recursos que se necesitan y si
es posible obtenerlos, lo que definimos como
«posibilidad», y tercero, quién asumirá el costo y por cuanto tiempo y
si vale la pena, lo que se define como la «aceptabilidad» del proyecto. Estos
tres criterios deben ser tomados en cuenta en los programas sociales.
Supongamos que el
gobierno es eficaz y reduce la desnutrición infantil a través de la
distribución de bienes y servicios en lugares focalizados como es el caso del
programa vaso de leche, pero, ¿por cuánto tiempo? Y aquí está el tema de fondo,
¿cuánto debe durar? Realmente cualquier programa debe ser conceptualizado y tratado cómo una
inversión social, que tiene un inicio y un fin y por tanto una rentabilidad
social. Tenemos un caso en la ciudad de Lima de cómo se lleva a cabo el
programa antes mencionado el mismo que se ha convertido en una fuente de trabajo
para muchas familias y donde se tiene conocimiento que muchos adultos se
benefician. En una oportunidad se intentó disminuir el presupuesto para el programa
mencionado, y en pleno centro de Lima hubo disturbios y paralizaron todo el
tránsito, y ¿quiénes fueron los que armaron todo el alboroto? Aquellos que reparten la leche, ¡oh maravilla! En un
reportaje televisivo hace unos años se descubrió que una señora repartía leche
en un distrito limeño de clase media hace unos diez años y que jóvenes adultos
se acercaban a su casa de esta señora con una jarra a recoger la leche. Y así
otros casos.
En cuanto a la inclusión
social, ésta es muy compleja, porque, ¿quién podría decir si una persona es
excluida? Teniendo en consideración que dos tercios de la oferta laboral es
informal, ¿no es el gobierno en las últimas décadas el que incentivó la
informalidad con sus políticas ineficientes y por tanto excluyó a los
trabajadores de la formalidad dejándolos
sin pensión y salud? Ahora bien, si éste quiere desarrollar más programas
asistencialistas como parte de su política, está en su derecho, pero requerirá más
recursos. Dada la situación social
real relacionada a la educación y a la salud, el gobierno y el Estado no pueden
de inmediato desprenderse de estos dos últimos servicios porque hace muchas
décadas ha asumido el compromiso con la comunidad de prestarlos. Sin embargo éstos
pueden ir transfiriéndose al sector privado de tal manera de reducir el gasto
público y la carga tributaria de las familias. El esfuerzo
debe dirigirse hacia las personas que realmente necesitan estos servicios y esta
tarea debe ser llevada a cabo a través de una adecuada estrategia. Reconozco la
complejidad de definir la línea de división sobre la acción del gobierno y la transferencia
de los servicios públicos hacia el sector privado. Pero tener esta idea permite
comprender que es una situación que debe
ser estudiada a fondo y ser considerada en la política económica.
Justamente no haber orientado
recursos a la seguridad interna y externa, a la administración de la justicia y
obras de infraestructura necesarias para aumentar la productividad, y haber gestionado
de manera ineficiente los servicios públicos, volvió ineficaz al Estado y por
tanto lo debilitó. Ideal sería que la educación y la salud pública sean
excelentes pero estamos acostumbrados a que no lo sean. Se podría sostener, con
un enfoque de largo plazo, que el Estado descuidó sus funciones más importantes.
Todo esto puede ser visto como un gran derroche de recursos a costa de la
comunidad que actualmente sigue esperando
una mejor infraestructura, seguridad interna, un poder judicial dinámico
y un eficiente servicio de salud y educación.
4.- En un esfuerzo
sin precedentes, el Estado peruano elaboró un planeamiento estratégico de desarrollo nacional denominado
“el Plan Bicentenario: El Perú hacia el
año 2021”, publicado en el año 2011 mediante resolución suprema. El plan se
inicia con una visión de la nación y la respectiva concepción estratégica.
Luego plantea seis ejes estratégicos[7]
que son a la vez los grandes objetivos nacionales, los cuales se reproducen a
continuación:
1.
Derechos fundamentales y dignidad de las personas.
2. Oportunidades y acceso a los
servicios.
3. Estado y gobernabilidad.
4. Economía, competitividad y empleo.
5. Desarrollo regional e
infraestructura.
6. Recursos naturales y ambiente.
Me concentraré en el
eje estratégico Nº 4 relacionado a la economía. Éste contempla una serie de
variables como: objetivo nacional, lineamientos de política, objetivos
específicos los que son medibles con una serie de indicadores.
El objetivo nacional
del cuarto eje estratégico es el siguiente: “Una economía competitiva con alto nivel de empleo y productividad”[8].
Y los siete objetivos específicos[9]
son:
1.- Política estable y previsora que
alienta el crecimiento económico sostenido a través de la inversión privada y
pública en actividades generadoras de empleo.
2.- Estructura productiva
diversificada, competitiva, sostenible y con alto valor agregado y
productividad.
3.- Crecimiento sostenido de las
exportaciones sobre la base de una
oferta exportable diversificada, actividades sostenibles y el acceso a nuevos
mercados.
4.- Innovación, el desarrollo
tecnológico y la aplicación del conocimiento científico.
5.- Incrementar empleos adecuados para
la modernización inclusiva.
6.- Marco institucional y jurídico que
garantice las inversiones.
7.- Mercados financieros transparentes
y eficientes, con instituciones sólidas que facilitan el financiamiento y la
inversión.
En relación al
objetivo nacional percibo que está orientado hacia la macroeconomía dejando de
lado la importancia que tiene la productividad de los factores productivos en
especial el de la mano de obra. Éste incluye
tres conceptos que están relacionados en la práctica: la competitividad, el
empleo y la productividad. Mi inquietud es la manera como se ha planteado la
secuencia lo que aparentemente de ser un problema de forma, se convierte en uno de fondo. Considero que
debe ser al revés: productividad, empleo adecuado y competitividad. Y explico
la razón por la cual considero importante esta observación. Sabemos que una
intensificación del capital en los procesos productivos o que la economía en su
conjunto se vuelva más capitalista traerá como consecuencia que tanto la
producción como en especial la mano de obra se tornen más productivas. Esto a
su vez ocasionará que las empresas demanden más trabajo y por consiguiente se
dará un aumento sostenido del empleo adecuado y de los salarios
reales. Luego, una economía más productiva será más
competitiva toda vez que sus productos podrán ser ofrecidos en los mercados a
mejores precios dados los menores costos unitarios. De ahí de la importancia de
concentrarse primero en la productividad y luego en la competitividad.
En cuanto a los
objetivos específicos, si bien son interesantes y ambiciosos no dejan de ser muy
generales y hasta cierto punto, románticos. En el primero es innecesario que se
especifique que las inversiones privadas y públicas deben darse en sectores que
crean empleo. La inversión privada no busca crear empleo, lo que persigue es la
generación de ingresos y riqueza y como consecuencia se crean una serie de
oportunidades laborales. Por otro lado, la inversión del Estado debe dirigirse
a infraestructura y servicios públicos que la empresa privada no pueda
satisfacer. En el segundo objetivo se usan una serie de términos sin coherencia
alguna. Se mezcla alto valor agregado con productividad. Además, ¿qué significa
que los productos tengan un gran valor agregado?, ¿cómo se sabe si el valor
agregado es alto o bajo?, ¿son mejores los productos con mayor valor agregado?,
¿se refiere al valor agregado como proporción del precio del bien o en términos
absolutos, es decir, en dinero? Sabemos que el valor agregado es la suma de la
rentabilidad económica y el pago de salarios y sueldos.
Por ejemplo, el
servicio que ofrecen los restaurantes de lujo tiene un gran valor agregado
porque el precio está muy distante de los costos de los insumos y esto no
significa que el Perú necesite miles de restaurantes. Luego decir que se
requieren bienes de un alto valor agregado es retórico. El tercer objetivo sí es coherente pero tomando en cuenta que el
esfuerzo le corresponde a las empresas privadas y que el tipo de cambio debe
ser fijado por la oferta y la demanda sin intervención del ente emisor. El
cuarto objetivo es muy importante pudiéndose agregar que debe existir una
coordinación entre las empresas y las universidades de tal manera que las primeras vayan
absorbiendo la cultura de la investigación científica lo que los conllevará a
ser innovadores y por cierto más productivos y como consecuencia, más
competitivos. El quinto objetivo no tiene sentido. El sexto objetivo se
cumplirá siempre y cuando el poder judicial sea totalmente renovado y mejorado;
y por último, el sétimo objetivo se puede lograr mientras el banco central de
reserva no distorsione el mercado de
dinero (tasa de interés interbancaria) ni lleve a cabo una política monetaria
inflacionista e interventora en el mercado cambiario (tipo de cambio).
Pienso que es
necesario darle un contenido estratégico a la política económica sin dejar de
lado a la persona humana que es el fin supremo de la sociedad y del Estado
según el primer artículo de nuestra constitución. De los siete objetivos
específicos ninguno nombra ni una sola vez a la persona ni a la empresa. Políticas
económicas que tienen este tipo de objetivos dejan de lado los principios
fundamentales de la microeconomía relacionados a la satisfacción de las
necesidades de las personas y al funcionamiento de los mercados. Debemos evitar
perder de vista que la política
económica debe estar al servicio de la comunidad.
La pregunta que me
formulo cada fin de mes es: ¿cuál debe ser la carga tributaria que deben
soportar las familias de tal manera que nuestra economía sea afectada lo menos
posible y pueda existir un Estado eficiente? Realmente las personas no deben ser
perjudicadas económicamente por el simple hecho que el Estado y el gobierno
necesiten más recursos pero desafortunadamente esto se ha venido dando hace
muchas décadas convirtiéndose en una vía crucis. Debemos convencernos como
ciudadanos libres que si pagamos impuestos es porque vamos a recibir un
servicio de manera permanente. Tenemos un caso emblemático, pues, me refiero al
Impuesto General a las Ventas conocido como el IGV, el mismo que es
extremadamente alto y afecta a todos y
en especial a los más pobres.
Ahora bien, para
poder reducir este impuesto es necesario que todas las empresas y trabajadores tributen,
pero infelizmente esto no sucede en la actualidad. No cabe duda que ésta es la causa
por la cual el impuesto antes señalado lo mantienen tan alto en las últimas
décadas[10].
La informalidad en el mercado de trabajo
y en algunos sectores productivos el que se ha convertido en un problema álgido
que enfrentamos constantemente. Por tanto la reducción de la informalidad debe
ser un objetivo de la política económica y esto se logrará llevando a cabo
una revolución en la legislación de tal
manera que las empresas estén incentivadas a ser formales.
Después de observar
el comportamiento de los políticos que estuvieron en el poder durante varias
décadas se puede deducir que nunca existió un interés de hacer política
económica para las familias con menores
recursos. Lo más importante para ellos siempre fue la contabilidad
macroeconómica y los objetivos del gobierno los mismos que fueron concebidos de
acuerdo a la circunstancia y al momento político que se vivía y sobre todo a la
ideología y mentalidad del gobernante
tal como se explicó en el primer acápite. Entonces, ¿cuál fue y sigue siendo la
lógica de los burócratas para el diseño y aplicación de la política fiscal? La
respuesta es la siguiente: primero, definen las tareas del gobierno y del Estado,
las que cada vez son mayores dependiendo del gobernante de turno; segundo,
estiman cuánto dinero se necesita para su funcionamiento; y tercero, “imponen”, o se mantienen que sería lo
mismo, los impuestos sin importar como se vería afectada la economía familiar.
Lo más preocupante de todo es que no se avizora un cambio en este método
perverso de hacer política fiscal. Si el gobierno se preocupa por las personas muy
pobres, lo cual es bueno, deja de lado a toda una clase media que vive de su
trabajo, paga altos impuestos y no recibe adecuadamente los servicios públicos
como salud, educación, justicia, seguridad interna, infraestructura, calles
seguras y tránsito ordenado. Al final, lo mismo de siempre: se sacrifica a unos
en beneficio de otros.
Respecto a la
política monetaria, ésta se orienta más a objetivos macroeconómicos que a
facilitarle la vida a las personas. Nos hemos olvidado o no queremos recordar
que la razón de ser del banco central de reserva es la de emitir el dinero
nacional sin elevación de los precios, pero ahora resulta que tres por ciento
es considerada una baja inflación. Inclusive felicitan a la autoridad monetaria
porque ésta normalmente se encuentra dentro del rango meta que ellos mismos se
han planteado: dos por ciento más o menos uno por ciento. Entonces, ¿por qué
hace muchos años estamos bordeando el límite superior en vez del límite
inferior habiéndolo superado en varias oportunidades? Simplemente porque para
el ente emisor la prioridad es cumplir con el rango meta sin importarle la capacidad
adquisitiva de las familias en el corto y menos en el largo plazo. Así, la
inflación se convierte en un objetivo político más que en uno económico.
¿Cómo nos afecta esta
situación en el largo plazo? Tomemos un ejemplo: supongamos que la inflación
anual se mantenga en tres por ciento durante veinte años. Esto significa que
los precios, en promedio, se elevarían en casi ochenta por ciento afectado a
aquellos que al final de este periodo serán pensionistas. Se produce así una
incoherencia intertemporal en la política monetaria por la sencilla razón que
mientras se cree que se está cumpliendo la meta inflación en el corto plazo sin
embargo en el largo plazo la sociedad se verá muy afectada en cuanto a
capacidad adquisitiva se refiere y esto es consecuencia de que no se tienen
objetivos de largo plazo para el caso del aumento de los precios y del
bienestar de las familias. Es probable que los técnicos de la autoridad
monetaria se inspiren en lo que alguna vez dijo Paul Samuelson, economista
laureado con el premio nóbel: una inflación de cinco por ciento anual no era mala
siempre y cuando se relacione con mayores puestos de trabajo. Pero también
debemos escuchar a las amas de casa que cada día le alcanza menos sus ingresos
para la alimentación de su familia. Lo que la gente quiere es que su capacidad
adquisitiva no se deteriore y para lograr esto simplemente la inflación debe
ser muy cercana al cero por ciento. Ésta debe ser uno de los objetivos más
importantes de la política económica. Así podremos tener lo que denomino el
sueño peruano: que nuestra capacidad adquisitiva nunca más disminuya en el
largo plazo.
La razón por la cual los
precios siguen aumentando es por el exceso de liquidez y esto se debe a dos
razones: una temporal y la otra crónica. La primera se relaciona con la gran
emisión de dinero que efectuó el banco central de reserva en los últimos años para
comprar dólares con la finalidad de influenciar en el tipo de cambio. Cabe
destacar que tal fue el volumen divisas adquiridas y de la expansión que la
operación de esterilización, que consiste en retirar el dinero emitido a través
de la colocación de certificados de depósitos del banco central de reserva, no fue
suficiente. Ante tal situación el gobierno
«esterilizó» dinero, y lo sigue haciendo, lo que contraviene uno de los
conceptos fundamentales de la política monetaria que consiste en la no
intervención del gobierno en asuntos monetarios. Se podría decir que éste viene
ayudando a la institución bancaria antes mencionada en el cumplimiento en una de
sus tareas: evitar exceso de liquidez.
Y la segunda causa se debe al actual sistema
de reserva fraccionaria el mismo que permite que una pequeña fracción de los
depósitos a la vista se mantenga como reserva obligatoria y el resto sean
utilizados cómo préstamos por parte de la banca privada trayendo como
consecuencia que la liquidez se expanda sin que en la economía se genere
mayores ahorros, teniendo en consideración que en principio este tipo de
depósito, cómo su nombre lo dice, debe estar siempre disponible para ser usado
por el depositante, lo que no sucede en la realidad. Esto hace que circulen una
serie de medios fiduciarios sin respaldo de ninguna categoría (Huerta de Soto,
2012).
5.- A modo de
conclusión, la política económica y la economía en general evolucionaron positivamente en las dos últimas
décadas sobre todo si la comparamos a la de los años setenta y ochenta. Se
lograron objetivos como fue el caso de la liberalización de los mercados, la disciplina
fiscal y monetaria, inflación moderada y un crecimiento considerable con una
interesante disminución de la pobreza. Hay que rescatar que atrás quedaron los
gobernantes autoritarios como los que tuvimos en alguna oportunidad que se
caracterizaron por ser carismáticos y caudillistas pero debemos tener en cuenta
que siempre existe el riesgo que vuelvan sobre todo si se mantienen las ideas
de que el gobierno y el Estado deben liderar directamente el crecimiento económico
y la reducción de la pobreza.
Sin embargo la visión de la política
económica debe ser diferente teniendo como norte la economía familiar y no
solamente objetivos macroeconómicos. Existe una confusión en cuanto a la política
económica se refiere porque se cree que siendo intervencionistas y llevando a
cabo programas sociales, que tienen inicio pero ni final, se ayuda a los más
necesitados.
El gobierno y el Estado cumplen su función
cuando crean las condiciones para que los mercados funcionen adecuadamente.
Esto implica instituciones económicas y
políticas eficientes y autónomas del poder político.
Referencias
Acemoglu
y Robinson. (2012). “Por qué fracasan los
países”, Deusto,
Grondona
Mariano, (2000) “Las condiciones
culturales del desarrollo económico”.4ta. Edición. Buenos Aires. Editorial
Planeta Argentina.
Hayek
Friedrich, (1974) “Conferencia en la
recepción del premio nóbel de economía”, Estocolmo. Disponible en la
biblioteca de la Universidad San Ignacio de Loyola, Lima, Perú.
Hayek
Friedrich, (1995). La paradoja del ahorro. En F.A. Keynes. Obras completas.
Volumen IX. “Contra Keynes y Cambridge”.Capítulo
II, (pág.85-134). Madrid. Unión Editorial.
Huerta
de Soto, Jesús, (2011), “Dinero, Crédito Bancario
y Ciclos Económicos”. 5ta edición. Madrid. Unión Editorial.
Rand
Ayn, (1961). “El capitalismo, el ideal
desconocido”. Buenos Aires. Grito Sagrado editorial.
[1] Grondona (1999 ) plantea que la Argentina se convirtió en una nación
sub desarrollada después de haber sido desarrollada por el factor cultural sobre todo de su clase
política. En el Perú este factor también influyó y sigue influyendo y se ha
fortalecido en la informalidad en todos los niveles . La hipótesis de Grondona
en su obra es que la cultura es un factor predominante en el desarrollo
económico de una nación.
[2] Según estadísticas del Ministerio de trabajo y promoción del empleo,
en el año 2012 el ingreso laboral mensual promedio de la PEA ocupada en Madre
de Dios fue S/.1,865, el mayor a nivel nacional, superando a Lima, S/.1,516, a
Moquegua, S/.1,779 y al Callao,
S/.1,329.
[3] El autor hace referencia al Producto Nacional Bruto, PNB y no al PBI,
y esto es muy común en muchos países como es el caso de España. La diferencia
entre los dos es la renta de factores. El Instituto Nacional de Estadística e
Informática considera al PNB como el ingreso nacional.
[4] Este es el meollo de la teoría keynesiana que es fundamentalmente de
corto plazo. De ahí que se plantea que el consumo es mejor que el ahorro para
iniciar el despegue de una economía. Al respecto, existió un gran debate en el
siglo 20 al respecto conocido como la paradoja del ahorro, siendo Hayek ( ) el que prácticamente demostró el error
conceptual de ésta.
[5] La autoridad monetaria varía la tasa de interés y el gobierno, a
través del ministerio de economía, modifica la velocidad del gasto público de
tal manera de influir en la demanda agregada (consumo e inversión).
[6] Unos años antes se utilizaba la expresión: crecimiento con rostro humano. Inclusive a veces se utiliza un término
agresivo: capitalismo salvaje.
[7] Página 14 del Plan Bicentenario. En el gráfico Nº 2 figuran los seis
objetivos nacionales que coinciden con los ejes estratégicos.
[8] Página 168 del Plan Bicentenario.
[9] Páginas 173-178 del Plan
Bicentenario.
[10] La disminución de los impuestos sin disminuir el gasto público crea
déficit fiscal. En todo caso tendría que ir acompañada de una reducción del
gasto público, lo que políticamente es imposible. Luego, la única vía de
solución es que a medida que aumente la base tributaria y sus respectivos
ingresos, los impuestos pueden ir disminuyendo. Por tanto se necesita de una
estrategia con unos objetivos muy bien planteados.
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