¿Por qué los hacedores de política económica, connotados
académicos, reconocidos reporteros de diarios y programas televisivos, les encanta
angustiarnos al mejor estilo de las profecías de Nostradamus: “el producto
bruto interno, PBI, este año crecerá apenas 4.5% en vez de hacerlo al 5% como pronosticaron los expertos………….”
Pues todos vivimos atentos a las noticias sobre cómo
le irá a la economía, si creceremos más
o menos que el año pasado, preguntándose si se logrará la meta planteada por el
gobierno y si las predicciones de las instituciones académicas se están cumpliendo. Por momentos
reina el optimismo y luego caemos en el pesimismo cada vez que el PBI crece menos
de lo que esperábamos. Algunos salen a dar opiniones pesimistas, diciendo que
en los próximos años el PBI crecerá
apenas 4%, pero, ¿qué significa este número que puede cambiar realmente nuestro
ánimo y el de todo una población incluyendo políticos y congresistas?¿Están
exagerando o es la verdad?¿Puede la ciencia económica darnos la información
sobre cómo le irá a la economía en los
próximos año con la exactitud de puntos decimales?¿Acaso no será que todo esto
no es más que una arrogancia académica dizque científica?
Veamos un par de comentarios respecto a este
indicador estrella y luego haremos un análisis sobre las limitaciones de éste
desde un enfoque de la teoría del ciclo económico de la escuela austriaca.
La revista Velaverde que últimamente está
circulando en Lima, tiene una columna anónima[1] llamada
“El Inquisidor” en donde el día lunes 18 de noviembre publicó un artículo
denominado “El Manan Kanchu del PBI” realizando una crítica que vale la pena
resaltar.
Inicia diciendo que el PBI no es un buen indicador
del bienestar de la población, y que normalmente se utiliza para comparar
gestiones presidenciales como es el caso del ex presidente del gobierno
anterior en que se jacta que su gobierno fue mucho mejor que el actual por la
sencilla razón de que la tasa de crecimiento del PBI es mayor, lo cual hasta cierto punto de
vista es risible por no decir, jocoso.
El anónimo sostiene que no debemos confiar mucho
de este indicador debido a la gran informalidad que existe en nuestra sociedad
sobre todo en los diferentes mercados de trabajo no calificado y en muchas
empresas como es el conocido y documentado caso de la minería ilegal en el departamento
de Madre de Dios, que dicho sea de paso tiene uno de los mejores sueldos a
nivel nacional[2].
También señala la dificultad de medir el impacto que tiene en la producción el avance
tecnológico de los equipos de comunicación y de qué manera las transacciones
del narcotráfico y de los juegos ilegales generan empleo y por tanto renta.
Es obvio que si producimos más estaremos mejor
pero el artículo considera que solamente concentrarse en el PBI es una manera
muy simple de analizar los problemas socioeconómicos de fondo que adolece la
economía peruana. En otras palabras, no podemos engancharnos a una sola
variable que tiene mucho de estimación estadística.
Hugo Santa María, socio de Apoyo Consultoría, publicó un interesante artículo el día lunes
2 de diciembre en el diario Gestión, donde explicó cómo nos afectaría crecer 5%
en vez de hacerlo en 6% en los próximos cinco años. Planteó lo siguiente: se
perderían 140,000 empleos formales, las familias tendrían menos ingresos por un
valor de S/.160.00 disponibles para
gastar cada año, se dejaría de invertir $27 mil millones, no se venderían 3.5
millones de toneladas de cemento y 28 mil autos nuevos, 160 mil familias de
zonas urbanas dejarían de ingresar a la clase media, el gobierno no recaudaría
S/.24 mil millones y finalmente 320 mil personas seguirían siendo pobres.
Obviamente que estas cifras son preocupantes porque de ser cierto, cuánto
habremos perdido en las décadas de los años ochenta y noventa. Mejor ni
imaginarnos. Pero definitivamente que estas estimaciones confían demasiado en
un indicador estadístico. Aquí se está asumiendo que la estructura de la
producción y sus respectivas ganancias económicas se mantienen iguales en el
tiempo. Y también, que el PBI afecta a todos por igual.
Considero que en la mente de los analistas
económicos está muy arraigada la idea de que en base a un indicador podemos hacer
predicciones y definir si la economía está yendo por buen camino. Y esto
también va para los hacedores de política porque cada vez que el PBI crece
menos de lo que ellos creen que es lo “ideal” comienzan a aplicar lo que se
conoce como políticas contracíclicas que no es nada más que una estrategia
keynesiana para estimular la demanda agregada. ¡Otra vez con los promedios!
Al respecto, los textos básicos de economía nos
explican que el PBI es sólo una parte de la gran producción, debido a que éste nos dice solamente cuál es el valor monetario de
la producción de bienes y servicios “finales” dentro de nuestro territorio en
un periodo determinado, refiriéndose aquellos bienes que no sufrirán transformación alguna en el
proceso productivo y que irán consumiéndose en el tiempo, algunos en un periodo
muy breve y otros en años. El sustento de usar este tipo de indicador es para evitar
la doble contabilidad.
Sin embargo se sacrifica información valiosa relacionada
a todas las inversiones que se han efectuado en las distintas etapas de la
producción total, desde los bienes de orden superior (insumos alejados del
consumo) hasta bienes de primer orden (bienes que ya no son transformados y que
llegan a manos del consumidor) siguiendo la terminología de quien fuera el
iniciador de la escuela económica austriaca, Karl Menger.
A continuación veamos algunos conceptos de la
metodología que utiliza el Instituto de Estadística e Informática del Perú,
INEI para la estimación del PBI anual, publicado en su página web.
a) “En el
campo del análisis macroeconómico y de la comprensión de la realidad económica,
se concibe al Producto Bruto Interno (PBI) como el indicador más completo e
importante de la economía por su capacidad de sintetizar, representar y
explicar el comportamiento de la economía.”
b) “Esta forma de expresión del PBI para la
economía, muestra el Valor
Bruto de Producción libre de duplicaciones ya que
el valor agregado de
cada unidad productiva excluye el valor de los
insumos intermedios
utilizados en el proceso de producción.”
El mensaje es claro, pues, el gasto empresarial
que realizan todas las empresas para la adquisición de sus insumos para la
producción, capital de trabajo, pago por el uso de bienes de capital, sueldos
adelantados, es justamente inversión para producir bienes intermedios, deja de
ser importante para dar paso a los bienes finales, que se considera, como señala el primer párrafo, una medida
completa de la actividad económica.
En adición, se sostiene, y es correcto, que el PBI
es la suma de todos los valores agregados que se van formando en los procesos
productivos. Éste es la diferencia entre
el valor del bien final y el valor de los insumos adquiridos para la producción
e incluye el pago de salarios, sueldos y la rentabilidad económica del
empresario. De ahí que es una renta neta porque excluye el gasto empresarial el
mismo que es considerado por el INEI como
consumo interno. Esta institución estima el valor total de la producción, y luego
le resta el consumo interno obteniendo el valor agregado total, que sumado los
impuestos y los derechos de importación, arroja el PBI.
Veamos que nos dice Huerta de Soto[3] (2001)
al respecto:
“.. El producto nacional bruto[4]
incorpora el valor de las ventas de capital fijo o duradero, como los
inmuebles, los vehículos industriales, la maquinaria, las herramientas, los
ordenadores, etc., que se terminan y se venden a sus usuarios finales durante
el ejercicio, siendo considerados, por tanto, como bienes finales. Pero no
incluye, en forma alguna, el valor de los bienes de capital circulante, los
productos intermedios no duraderos, ni los bienes de capital aún no terminados…….en
suma…..el producto nacional bruto es una cifra agregada de valores añadidos que
excluye la parte más importante de los bienes intermedios (pág.247)”
Asimismo
Huerta de Soto nos dice que el PBI
debería cambiar de nombre y llamarse el producto neto interno dado que excluye el
gasto en bienes intermedios reflejando la sumatoria de los valores agregados en
toda la producción. Al ser el PBI un gran ingreso en la economía de todos los
bienes y servicios finales producidos y vendidos, y al excluir los ingresos que tienen las
empresas en las etapas intermedias de producción, entonces, el PBI también podía
llamarse el ingreso neto.
Sin lugar a dudas el indicador más completo de la
actividad económica es el valor bruto de
la producción y es de mayor magnitud que el PBI y explica toda la actividad económica incluyendo el
gasto empresarial orientado a la inversión. Por ejemplo, si las estadísticas
nos dicen que el consumo es aproximadamente el 60% del PBI y la inversión el
25%, entonces, podemos decir que el primero es más representativo que el
segundo en la actividad económica y que por
tanto tiene mayor relevancia[5]. Sin
embargo, teniendo en cuenta todas las etapas de la producción que consideran el
gasto que hacen las empresas para adquirir el material necesario para la
producción, entonces la inversión total
supera a la que se ve reflejada en el PBI.
Podemos plantear que si bien es cierto que el PBI
es un indicador de la actividad económica, hay que reconocer que es bastante
incompleto pudiéndonos dar una visión distorsionada y alejada de la realidad. Y
lo más preocupante es que la política económica considera a esta variable como
la más representativa de la producción. Sin embargo, más allá de que sea un
indicador eficiente y estimado con mucho esfuerzo, profesionalismo y dedicación,
desde una perspectiva de política económica puede crear una visión errada porque
sencillamente los hacedores de política económica se concentran en el
crecimiento del PBI y lo comparan con el PBI potencial y en base a este
diferencial determinan si la economía está creciendo de una manera normal,
acelerada o lenta, y deciden si aplican o no una política económica
contracíclica[6].
Y justamente esta manera de ver las cosas hace que los políticos no enfoquen lo
que hoy en día es uno de los problemas que más nos afectan como sociedad: la
producción informal.
Los políticos, al estar concentrados de manera
exagerada en el PBI y por tanto en bienes finales, sin darse cuenta, están dándole
demasiada importancia y se encapsulan en el gasto en vez de dirigir su
artillería pesada a las etapas intermedias dado que son éstas las que deciden
si la sociedad podrá consumir más y si el gobierno podrá contar con mayores
recursos en el futuro.
En otras palabras, en vez de darle importancia a los
procesos productivos que permiten que el PBI crezca, y atacar el problema de
fondo que es la economía informal y su bajísima productividad, (visión clásica y de largo plazo de la economía) se fijan en
cómo gastar más para que el PBI sea mayor (visión keynesiana y de corto plazo).
Y es por esta visión estática cortoplacista de los procesos económicos y de la
ciencia económica en general que muchas
personas e instituciones académicas le siguen dando importancia a si crecemos o
no un punto porcentual.
[1] Tengo mis sospechas de
quién se trata, por la manera de escribir y por las palabras que utiliza, pero
me mantendré callado, no vaya a ser verdad lo que pienso…….
[2] Según estadísticas del Ministerio de trabajo y promoción del empleo,
en el año 2012 el ingreso laboral mensual promedio de la PEA ocupada en Madre
de Dios fue S/.1,865, el mayor a nivel nacional, superando a Lima, S/.1,516, a Moquegua,
S/.1,779 y al Callao, S/.1,329.
[3] Huerta de Soto, Jesús, “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos”,
quinta edición, Unión Editorial, Madrid, 2011,
[4] El autor hace referencia
al Producto Nacional Bruto, PNB y no al PBI, y esto es muy común en muchos
países. La diferencia entre los dos es la renta de factores. El Instituto
Nacional de Estadística e Informática considera al PNB como el ingreso
nacional.
[5] Este es el meollo de la teoría keynesiana que es fundamentalmente de
corto plazo. De ahí que se plantea que el consumo es mejor que el ahorro para
iniciar el despegue de una economía. Al respecto, existió un gran debate en el
siglo 20 al respecto conocido como la paradoja del ahorro, siendo Hayek el que prácticamente
demostró el error conceptual de ésta.
[6] La autoridad monetaria
varía la tasa de interés y el gobierno, a través del ministerio de economía,
modifica la velocidad del gasto público.
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